martes, 9 de marzo de 2010

Presentación de Arca (revista de literatura y filosofía)

Israel Soberanes e Isela Gracida



Se dice que la poesía es donde se refleja el alma, las vivencias, los sentimientos y el pensar de quién escribe y también de quién la lee.

Dar una definición de poesía no es fácil… pero tampoco difícil. El diccionario de la real academia de la lengua la define, en general, como “expresión artística de la belleza por medio de la palabra sujeta a la medida y cadencia propias del verso”. Entonces, nos encontramos que la poesía se refiere al acto de plasmar, mediante la palabra escrita y oral lo que se considera bello. Pero el meollo del asunto es, ¿qué es bello?

A lo largo de la historia de la humanidad vemos que el concepto de belleza no es algo estático y que por el contrario, los cánones y conceptos que lo definen son tan variables como culturas y épocas. Sin embargo –aquí hay otro pero- cada persona tiene su propio concepto de belleza, así que para alguien una flor, por ejemplo, puede representar hermosura y para otra persona puede ser decadencia. Habría que ver si la decadencia para esa persona es belleza. Dicho de otro modo, nos encontramos que la subjetividad está presente en todo concepto preestablecido. Así que para no entrar en muchos detalles, diremos que bello, en general, es algo que causa placer. Entendiendo de antemano, que ese placer también es subjetivo y depende mucho de quién escribe o quién lee… o de quién recita y de quién escucha.

Pero también nos encontramos con otra definición de poesía y es: “cualquier expresión de la imaginación sensible, considerada como un impulso fundamental y creador de la naturaleza humana”. Entonces poesía se convierte, en un acto de creación y de su disfrute implícito. Ya sabemos que la palabra entonces, es ese medio de comunicación que lleva en el mensaje una creación propia de alguien, de cualquier persona.

Entonces dejamos de lado aquél concepto estoico y preestablecido de que la poesía es un lenguaje amoroso empleado únicamente por uno que otro ñoño y algún ratón de biblioteca. Caemos en la cuenta de que la poesía contemporánea conlleva fundamentalmente dos características principales:


La primera se refiere a la medida y cadencia. Es así que nos encontramos que la rima o la escritura en verso se van dejando poco a poco de lado. Y esto no quiere decir que la poesía en rima sea nefasta o aburrida, pues todo ha sido un proceso creativo histórico y la poesía clásica es la que ha sentado las bases para que muchos otros poetas y escritores nos regalen lo que hoy leemos. Y digo un proceso porque nos encontramos con muchos autores y escuelas de las cuales prefiero no citar ejemplos por su extensión y complejidad. Con esto no quiero decir, tampoco, que la poesía contemporánea esté exenta de métrica. Simplemente que la poesía ya no es sinónimo de rima. O dicho de otro modo, que para el verso no se necesite esfuerzo (lol).

La segunda característica se refiere a las temáticas incluidas en el proceso de creación. Y dicen que todos tenemos algo de poetas y locos y eso es porque, cierto, el amor nos despierta esa inquietud por plasmar mediante la escritura todas esas mariposillas que sentimos por dentro, pero, la poesía no es sólo amor, no es sólo “siento esto lindo por ti y lo voy a escribir”, la poesía no es sólo naturaleza estática –los pajaritos, los árboles, las flores, etc.- La poesía es, entonces, palabra que refleja vivencias, palabra que refleja cotidianeidades.

Una vez llegado a este punto, podemos darnos cuenta que entonces la poesía se acerca un poco o tal vez un mucho a la filosofía, porque mediante el lenguaje poético no solo es posible reflexionar, sentir y pensar y digo no sólo es posible porque hasta cierto punto es inevitable.

Y eso se ve reflejado, invariablemente, en toda poesía contemporánea.

Este libro, “Cuarenta Barcos de Guerra” es un regalo maravilloso de 168 autores, de 42 editoriales regadas a lo largo y ancho de nuestra República Mexicana. En su prólogo, el poeta y filósofo Enrique González Rojo nos habla acerca de la descentralización de la poesía y el romper con el paradigma de que sólo vale la pena leer a escritores reconocidos. De romper con mafias poéticas. Es así que nos encontramos a viejos escritores, a jóvenes escritores que nos hablan de su diario vivir y sentir.

Ya para terminar, puedo decir, que la poesía nos acerca, también, al acto de humanización, de crítica, de solidaridad y de identificación. Los invito a adquirir “Cuarenta barcos de guerra”… Es un respiro, un goce que desentraña misteriosos abismos del pensamiento y del sentir no sólo mexicano, me atrevo decir que universal. No puedo despedirme sin antes celebrar la iniciativa de esta publicación. Enhorabuena.

Lic. Isela Gracida Olvera

Comunicóloga

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